EL MIRADOR DE ARTURO – NOVIEMBRE

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MENTIRAS HISTORICAS.
En la historia de la humanidad han existido “verdades” que han hecho carrera, sobre las cuales se arman imaginarios y encima de éstos proyectos, verdaderos castillos en el aire que con el tiempo, debido a nuevas circunstancias y realidades de diferente orden se han desmoronado. Con la mal entendida riqueza de nuestra zona sur, la de los cañones de los ríos Santo Domingo y Melcocho, sucede algo comparable.
No se trata de negar el tesoro allí contenido sino de confirmar que existe pero no a la manera como el torcido concepto de desarrollo que hemos venido manejando nos lo ha impuesto. Desde la niñez he oído decir que las regiones de los cañones de los ríos Santo Domingo y Melcocho son la gran reserva que tiene el Carmen como despensa agrícola y ganadera. Este, el imaginario doméstico, el del carmelitano promedio.
Desde hace algunos años se ha sabido de movimientos realizados por “foráneos” en estos territorios, en diferentes frentes. Empezaron también los compradores de tierras a posicionarse al son de los rumores de intereses de inversionistas de robusto poder en proyectos mineros, energéticos, los relacionados con el agua, a más de los no revelados. Comprobados quedaron intereses mineros al saberse de 10 títulos de la AngloGold Ashanti, multinacional de origen australiano, las solicitudes de mercedes de aguas para microcentrales, alguna ya ejecutada, y otras en proceso.
Se derrumbaba así el paraíso agrícola y ganadero de nuestros sueños. Pero vienen nuevos hechos que cambian radicalmente la situación. La autoridad ambiental regional, CORNARE, venía trabajando hacia una figura protectora de una vasta zona de la cual hacen parte estos territorios. Y lo hacía sobre el convencimiento del su valor e importancia para el equilibrio ecológico del país y ante el riesgo en el que se encontraba.
La declaratoria de Reserva Forestal Protectora Regional (RFPR) por parte del Consejo Directivo de la entidad mediante Acuerdo 322 de julio 1 de 2015 vino a concretar ese proceso. El área protegida cubre unas 126.000 has. que incluye los territorios de los cañones de estos dos hermosos ríos, sobre un área de unos 15.000 has. En esta zona no puede haber actividad minera ni otras actividades que atenten contra el ecosistema protegido. Quiero pensar que también excluiría los grandes embalses para producción de energía eléctrica y pondría en cintura la proliferación de microcentrales eléctricas hechas a espaldas y contra la voluntad de las comunidades pues atenta contra la prioridad que debe darse al recurso hídrico para el consumo humano.
Se frustran, pues, los sueños de quienes veían estos territorios azotados por el hacha o la motosierra, en una supuesta tarea civilizatoria, para convertirlos en pastizales para ganado, o en cultivos de caña o de café o de quién sabe qué, y los intereses de los nuevos colonizadores, los agentes del gran capital minero energético, que arrasan con ecosistemas estratégicos vulnerables, necesarios para el equilibrio biótico y la conservación de la vida en zonas de influencia mucho más amplias que las marcadas por sus límites. Estas zonas son verdaderas fábricas de agua que llega a los grandes ríos luego de recorrer y beneficiar extensos territorios y grupos humanos. Lo son también de oxígeno, así como hábitats de especies vegetales y animales en vías de extinción en nuestro medio.
Lo que ha venido a confirmar la autoridad ambiental es que las regiones de nuestros cañones hacen parte de un extenso sistema ambiental estratégico en riesgo, dada la prolongada actividad humana depredadora. Lo inteligente entonces es parar el proceso depredador, conservar lo que sobrevive de los ecosistemas y tratar de reparar el daño causado.
“Las funciones asignadas a estas áreas protegidas son las de:
– Asegurar la continuidad de los procesos ecológicos y evolutivos naturales para mantener la diversidad biológica.
– Garantizar la oferta natural de bienes y servicios ambientales esenciales para el bienestar humano.
– Garantizar la permanencia del medio natural, o de algunos de sus componentes, como fundamento para el mantenimiento de la diversidad cultural del país y de la valoración social de la naturaleza” (Documento en Internet).
No obstante el júbilo que nos produce esta importante medida, surge un motivo de preocupación como el del futuro de las comunidades asentadas en estos territorios. Su actividad agropecuaria, el aprovechamiento de los bosques y otras actividades tienen que sufrir una reprogramación, una reingeniería como se estila decir. Su relación con la naturaleza tendrá que darse dentro de patrones de sostenibilidad ambiental con tecnologías limpias. Sin duda serán los primeros llamados a convertirse en guardianes de la naturaleza. Allí tendrán tareas que cumplir y por las cuales la sociedad, la institucionalidad deberá retribuirles.
Con el fin de socializar la figura protectora y con el propósito de empezar a construir el modelo de ocupación nuevo se está haciendo la convocatoria a la comunidad carmelitana de manera abierta por parte de la Corporación Darién, la encargada de este proceso. Para este viernes 13 de noviembre estaba citada la primera reunión. Es de esperar que la comunidad se interese por lo que será un vuelco total para el tratamiento de nuestro territorio sur. Lo que incluye un cambio mental radical sobre el tema por parte de todos los carmelitanos.
A futuro, si es que les damos el tratamiento adecuado, estos territorios deberán ser verdaderos laboratorios, fuente de conocimiento, de vida y de experimentación biotecnológica de aprovechamiento para nuestros jóvenes estudiantes y para el mundo científico, lo que se traduciría en beneficios para la humanidad toda.
Dice el documento citatorio que “ los conceptos y las prácticas en temas como la conservación de los Recursos Naturales, deberán garantizar calidad de vida, acceso, justicia y equidad para los sectores más pobres”. (Documento de Internet).
Corresponde ahora a CORNARE, al gobierno municipal y a las comunidades asentadas en la zona, establecer, en el transcurso de un año, un plan de co-manejo del área, para ser ejecutado en 5 años. Es este el espacio para garantizar que los pobladores podrán realizar sus actividades de auto-sostenimiento y obtener el reconocimiento por su gestión de conservación de los ecosistemas. Es una labor en beneficio de toda la sociedad y por lo tanto merece su recompensa en términos de recursos para su desarrollo integral, no de manera marginal y subsidiaria.
Una última consideración. Esta figura, lo dice CORNARE, debe primar en el nuevo Plan Básico de Ordenamiento Territorial. Si la sensatez se impone y el nuevo PBOT se estudia con todo el tiempo para dar paso a una amplia participación comunitaria democrática e informada, en el comienzo del nuevo gobierno municipal, tendremos la afortunada ocasión de construir simultáneamente el nuevo Plan de Desarrollo al lado del primero y permitir el diálogo productivo y la sincronización deseable entre ambos instrumentos de planeación.
P.D. Quiero expresar mi sentimiento de solidaridad con la familia del profesor Pedro Luis Jiménez M. con motivo de su fallecimiento. De igual manera mi reconocimiento a su influencia positiva en mi formación académica.
Arturo Montoya Ramírez
Munich, noviembre de 2015

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