“LA SALIDA DEL PROCURADOR GENERAL DE LA NAC ION”
JEFE DE LA OPOSICIÓN…Y EL FUNDAMENTALISTA RELIGIOSO, así terminó su tiempo como Procurador General de la Nación, haciéndole oposición al Gobierno de Santos y haciéndose pasar como el fundamentalista Religioso, para poder abusar de poder.
La principal responsabilidad del Procurador General de la Nación es defender la institucionalidad. Alejandro Ordóñez cumplió esa función al extremo, pero los resultados han sido distorsionados porque a ese papel que le asigna la Constitución, él sumó otros dos: el de fundamentalista religioso y el de jefe de la oposición.
Ser católico debería ser un hecho positivo, o por lo menos neutral en un país creyente como Colombia. Sin embargo, ese no fue el caso del recién salido Procurador. Muchos vieron los antecedentes y varias de sus actuaciones en ese organismo de control como un abuso de poder para hacer respetar su fe.
No menos controvertido fue su papel de jefe de la oposición. Algunos le atribuyen el origen de su animadversión con el presidente a que este le habría ofrecido ternarlo para su reelección y luego le habría puesto conejo. Esa por lo menos es la versión de Ordóñez, la cual Juan Manuel Santos niega categóricamente. Pero independientemente de ese malentendido, el hecho es que su posición frente al gobierno al proceso de paz fue una declaratoria de guerra abierta comparable solamente a la de Álvaro Uribe. El Procurador, sin embargo, no necesitó ayuda espiritual para ser reelegido. Por primera vez en la historia reciente alguien llegó a ese cargo sin el guiño o el apoyo del Presidente de la República. Si bien Santos no se le atravesó en su aspiración y terminó apoyándolo, Ordóñez, al final, ya no lo necesitaba para ganar. Gracias a una astuta jugada de la Corte Suprema, Ordóñez se aseguró temprano en la terna. Luego no valió que los liberales, liderados por el expresidente César Gaviria, dieran la batalla en la Casa de Nariño para tratar de conseguir el aval de Santos. El triunfo de Ordóñez, al final, se hizo inevitable. Entre otras cosas, gracias a estratégicas cuotas burocráticas dadas a unos congresistas y al miedo de caer en manos de la Procuraduría que invadió a otros. En un sistema político diseñado para que el Presidente concentre el poder y sea el que dé el guiño para elegir a los jefes de los organismos de control, el caso Ordóñez resultó inédito. El no deberle el puesto al gobierno lo deja en una posición privilegiada. Tal vez como ningún otro Procurador o Fiscal en la historia reciente.
El Procurador fue el palo en la rueda de prácticamente cualquier iniciativa gubernamental. Algunas veces tenía razón pues para volver realidad el proceso de paz se requirió torcerle el pescuezo a la normatividad vigente. Probablemente no podía ser de otra forma, pues unos guerrilleros que han combatido en el monte por 50 años no se iban a someter a las leyes del sistema contra el cual se rebelaron. En las coyunturas históricas excepcionales, se requieren mecanismos de transición también excepcionales.
En la etapa inicial de su gestión jugó un papel importante en lo que se refiere a la función disciplinaria. A pesar de ciertas inconsistencias en las sanciones, persiguió la corrupción a diestra y siniestra y fue más allá que todos sus antecesores. Destituyó a más de 1.500 alcaldes y 82 gobernadores. Si se tiene en cuenta que en el país hay 1.123 municipios y 32 departamentos, la cifra es altísima. Sin embargo, ha arrojado una gran sombra sobre esos resultados que en ambas responsabilidades, la de cruzado contra la corrupción y la de vigilar los excesos del Ejecutivo, se le fue la mano, y no solo en el contenido sino en el tono. Esto último fue aún más grave con respecto a sus relaciones con la Casa de Nariño. Ordóñez dejó de ser el defensor de las instituciones para convertirse en el enemigo del Presidente de la República.
Pero el Procurador no perdió su cargo por sus excesos verbales, ni por su fundamentalismo religioso, sino por la forma como aseguró su reelección, es decir, por clientelismo. El espíritu de la Constituyente de 1991 era eliminar las reelecciones. Este principio quedó incorporado en todos los cargos importantes, menos en el de la Procuraduría. Los miembros de la comisión que redactó ese tema en la Constituyente se sorprendieron cuando se dieron cuenta de que en el texto final la palabra Procuraduría no quedó incluida en el artículo que prohibía las reelecciones. Le atribuyen esa desaparición a la mano del entonces procurador Carlos Gustavo Arrieta, quien estaba interesado en ese momento en ser reelegido, cosa que finalmente no sucedió. Independientemente de esa versión, el hecho es que el único funcionario que podía reelegirse en Colombia era el Procurador hasta que se corrigió este error en la reforma de equilibrio de poderes el año pasado.
La razón por la cual demandaron la elección de Ordóñez fue que entre los magistrados que votaron para ternarlo y los congresistas que lo hicieron para elegirlo había algunos a los cuales él les había nombrado familiares. En un país clientelista como Colombia, el cruce de favores por puestos es el pan de cada día y muchas veces es difícil de probar la causa-efecto. Sin embargo, el ‘yo te elijo, tú me eliges’ está prohibido en el artículo 126 de la Carta Política, que dice que los funcionarios públicos no podrán nombrar ni postular a quienes hubieren intervenido a su vez en su postulación o designación, ni a personas que tengan con estos vínculos familiares. Esa norma y las pruebas contundentes obligaban al Consejo de Estado a tomar la decisión.
Dadas sus ambiciones políticas, Ordóñez probablemente no hubiera podido encontrar una mejor salida que la destitución. Esta le permite martirizarse no solo como víctima de las Farc y de un gobierno arbitrario, sino también por su ideología de derecha. Ese libreto le gusta mucho no solo al uribismo, sino a algunos sectores del Partido Conservador, cuyos representantes apoyaron al Procurador el día de su caída.
Lo que sigue es su candidatura presidencial. Como no es considerado militante activo de ninguno de esos dos partidos, tiene pocas posibilidades de que le ofrezcan una candidatura oficial de alguno de ellos. En el Centro Democrático ya hay una fila india de tres y en el conservatismo cada una de sus facciones tiene aspirantes que se sienten con derecho a no ser desplazados. Por lo tanto, su única alternativa es una candidatura por firmas. Eso no tendría mayores problemas. De ahí que su llegada a la primera vuelta puede ser una posibilidad real.