LAS CRÓNICAS DE OLGUITA – SEPTIEMBRE

carlos osorio

20 años viviendo con la agroecología
Carlos Osorio, lleva con frecuencia una gorra en su cabeza, su voz es gruesa con acento muy propio de su región, es moreno y sus brazos son fuertes, gracias a toda una vida de arduo trabajo. Sentado, mirando las plantas, las hortalizas y flores de su antiguo mercado, me indica que escriba: “nació en el campo de El Carmen de Viboral y solo tuvo dos años de escuela porque era lo que había en ese entonces, primero y segundo”; mientras un perro ladraba fuertemente en alguna casa vecina.
Me cuenta que trabajó 30 años de su vida como agricultor convencional, dedicado principalmente a fumigar y en menor medida a echar azadón, además de otras actividades propias de su labor. Sin embrago, en 1993, cuando tenía 40, un evento desafortunado lo tomó por sorpresa.
Empezó a tener problemas de salud, los médicos diagnosticaron, después de realizarse unos exámenes de laboratorio, que su sangre estaba contaminada, debido al uso de agro tóxicos en sus labores. Pero este no fue el único inconveniente, también fue descartado para realizar trabajos en el campo y hasta el momento era lo único que había aprendido a hacer desde su juventud.
Por suerte, el médico que llevó el tratamiento de don Carlos era un agricultor biodinámico, persona que siembra, utilizando de forma responsable los recursos naturales, sin emplear sustancias químicas como fertilizantes, pesticidas o transgénicos. Con tratamientos, le fue desintoxicando la sangre, a su vez, lo llevó hacía el camino de la agricultura limpia o agroecología.
Esta es un tipo de agricultura alternativa, frente a las prácticas convencionales, busca incrementar la producción de cosechas agrícolas, sin maltratar ni afectar el medio ambiente en el que se lleva a cabo la actividad. Aunque su producción es menor que en la agricultura tradicional, puede llegar a ser altamente productiva y a su vez sostenible a largo plazo con la finalidad de poder solventar el abastecimiento de alimentos a una creciente población humana.
Don Carlos, empezó a indagar cada vez más sobre la agroecología, hasta que en un momento se contacta con la profesora Clara Nicholls de la Universidad de Antioquia, quien se convirtió en un apoyo para él. Gracias a ella, y otras instituciones como La Sociedad Latinoamericana de Agroecología y la Secretaría de Medio Ambiente, entendió la agroecología como un proceso con ventajas no solo nutritivas, sino también saludables y económicas.
Con algunos miedos, pero con mucha felicidad de haber encontrado un nuevo camino, don Carlos decide convertir paulatinamente su finca en un laboratorio de agroecología.
Aunque no fue fácil, porque pocos creyeron en él, sus vecinos comenzaron a llamarlo “el loco de la vereda”, le decían que no iba a tener éxito. A su vez, su familia estaba temerosa, pues no creían que ese nuevo método de agricultura les diera para vivir.
Cuando menos pensó, todos los cultivos de su finca fueron agroecológicos, y él decidió, junto con otros campesinos amigos, montar un mercado los fines de semana para vender todos los productos que cultivaban.
Al principio, los resultados no fueron los esperados, no conocían muchas personas a quienes les pudieran ofrecer sus productos, los clientes eran escasos; por lo que tenían que regresar a sus casas con gran parte de lo que habían traído en la mañana. No parecía haber esperanza alguna de éxito en su mercado. Sus compañeros, en vista de ese panorama hostil, fueron abandonando a don Carlos, dejándolo solo en este proyecto.
Él, no se amilanó ante la situación, por el contrario, siguió luchando incansablemente por mejorar cada día y fidelizar a los pocos clientes que le compraban.
Paulatinamente, la gente de El Carmen de Viboral y de otros municipios, lo fueron conociendo y se interesaron en los productos que vendía. Su experiencia va siendo cada vez más próspera, lo que era un rato de atención semanal, se ha convertido en tres días, porque muchos de sus compradores piden que se amplíen los espacios de atención.
Hoy, además de la tienda, cuenta con un restaurante que ofrece almuerzos los fines de semana, preparados con los productos que cultiva.
Don Carlos recibe a diario en su finca agroecológica un sinnúmero de personas interesadas en aprender sobre esta nueva forma de agricultura. Los que más acuden son estudiantes de colegios y universidades. Allí él les cuenta su historia, su trabajo y les muestra los 50 diferentes tipos de hortalizas que cultiva, también los productos lácteos como el queso crema, yogurt, mantequilla, kumis, postres, entre otros.
A su finca también asisten estudiantes de otros países interesados en hacer sus trabajos de grado en agroecología. Ellos reciben las capacitaciones y el conocimiento de más de veinte años de práctica de don Carlos, a cambio de ayudarlo durante un tiempo en la finca.
Su experiencia ha sido tan fructífera, que ha tenido la oportunidad de contarla, no solo en diferentes regiones de Colombia, sino también en Brasil, Argentina, Uruguay, Perú, Chile y Nicaragua, donde ha impresionado con sus experiencias.
Este mes de septiembre es muy importante, porque su tienda La Hojarasca cumple 20 años de haber iniciado sus ventas, la celebración se dio el sábado 17 con una copa en la Casa de la Cultura Sixto Arango Gallo y el domingo 18 con un almuerzo elaborado con los productos de su finca.
Hasta el final de la conversación, todo siguió igual, el perro no cesó de ladrar, su huerta no perdió el delicioso olor a naturaleza, don Carlos se encontraba en la misma silla y yo seguía sosteniendo la libreta azul y la grabadora. Lo único es que don Carlos ya no se sienta en esa silla, porque cambió ese lugar en el que actualmente vende sus productos y ofrece su menú gastronómico.
Olga Lucía Pérez Molano.
Estudiante de Comunicación Social y Periodismo.
Universidad Pontificia Bolivariana.

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