EL PROFE OPINA – ENERO 2016

Moto parqueada junto al atrio

Nuestro parque debe ser peatonal

Lo más importante para una sociedad atrasada y confundida: el carro.

Alguien llegó en moto casi hasta el atrio de la iglesia, supongo que iba para la panadería que hay al lado y la dejó allí parqueada. Tomé la foto y cuando la publiqué en redes sociales, hubo indignación y hasta risa ante el comentario sarcástico que había bajo la imagen: “La movilidad en El Carmen cada vez está mejor: Ya casi podemos entrar las motos a la iglesia.”

No sé si me equivoco, pero la primera decisión que tomó el nuevo alcalde Dr. Néstor Fernando al llegar a la alcaldía, fue abrir el paso de vehículos por el remodelado parque Simón Bolívar. No nos cogió por sorpresa. Ya era de esperarse que una persona que venía de trabajar para el gremio transportador, inmediatamente actuaría a su favor.

La razón de dicha decisión, era –con la mejor intención, estoy seguro-, mejorar la caótica movilidad vehicular en el municipio. Esta medida hizo parte de una serie de cambios en todas las vías centrales del municipio, algunas que eran en un sólo sentido, ahora son bidireccionales y otras han cambio su sentido de flujo. También se han suprimido algunas zonas azules o de estacionamiento regulado (Z.E.R). En términos generales, cambios “que estaban cantados”, ya que ha sido muy evidente la dificultad para circular por las calles debido a múltiples factores, entre otros, a la cantidad de obras emprendidas por el saliente alcalde Néstor Martínez.

La inquietud de muchos ciudadanos y que he recogido en un Derecho de Petición que he radicado a título personal ante la administración municipal es que con el ingreso de vehículos al parque, nos hemos devuelto, hemos caminado hacia atrás en una posibilidad que le habría dado a El Carmen la oportunidad de ser consecuente con las medidas que hoy se toman en los lugares más críticos en materia de movilidad: la prioridad peatonal. Con esa decisión, -apresurada y arbitraria a mi parecer-, se ha trasladado el caos que había en vías paralelas para el parque, hemos desplazado la congestión, la velocidad, el ruido, la imprudencia y la amenaza de accidentes, los buses y vehículos de carga, la imposibilidad de circular tranquilos. Hemos antepuesto, superpuesto y priorizado el carro por encima de la gente.

El documento que menciono, recurso que la constitución política nos permite a los ciudadanos ante el estado, contiene las razones para solicitar que se revise la medida de “vehiculizar” el parque. En él, argumento por qué se debe mantener este espacio como lugar exclusivamente para el disfrute de los carmelitanos, de las familias, los niños y las personas en condiciones de total tranquilidad, con protección de nuestra integridad. Les presento algunas de estas razones en forma abreviada.

En el parque principal, se procuró resolver en su remodelación, múltiples y complejas problemáticas que fueron observadas y a partir de lo cual se trabajó el diseño y la obra. De igual forma, necesidades y expectativas expresadas por la comunidad y consignadas en informes que dieron lugar a la atención de cada aspecto allí considerado.

El nuevo parque atendió la necesidad de fortalecer habitualidades de diferentes grupos sociales como los jóvenes, las familias, los ancianos, la comunidad campesina y comerciantes entre otros, la atención a problemas de conflicto entre el peatón y el espacio público disponible precariamente o imposibilitado por la presencia de comercio informal desorganizado, parqueo y circulación de carros y motos, tránsito indiscriminado de bicicletas, actividades comerciales esporádicas, actividades que generaban caos, desorden e inseguridad especialmente en las noches y madrugadas de fines de semana. Adicionalmente, el rescate integral y aplicación del concepto de prioridad peatonal como esencia y sentido del espacio urbano contemporáneo con sentido de humanidad, enfrentando el colapso generado por la invasión vehicular, nefasto paradigma moderno que hoy se intenta resolver en todo el mundo.

En el proceso final de la obra y en la medida en que la ciudadanía fue ocupando nuevamente el parque, se comenzó a manifestar la voluntad de mantener TODO el espacio para el disfrute y tranquilidad en su uso. De tal forma que desde su inauguración, la presencia esporádica de cualquier vehículo había sido vista como inconveniente, molesta y sobretodo peligrosa. La afluencia permanente de familias, abuelos, niños, personas con algún tipo de discapacidad, turistas, campesinos, reveló que El Carmen reclama el parque como escenario fundamental del encuentro, de la relación y el diálogo y de ese modo especial de ser, saludador y amistoso, aspecto de un valor antropológico fundamental para el SER carmelitano.

Es así como la reanudación del tránsito vehicular representa un contrasentido y emite un mensaje de preferencia por el vehículo en detrimento de la persona, de su derecho a la tranquilidad y seguridad. Un despropósito igualmente, en contravía de las recomendaciones que expertos han planteado en importantes espacios académicos como el Séptimo Foro Urbano Mundial (WUF7) realizado en la ciudad de Medellín en el 2014, donde “se examinaron los retos que enfrenta el mundo en relación a los asentamientos humanos, como la rápida urbanización y su impacto en las ciudades, comunidades, economías, cambio climático y políticas”. Allí, los más grandes estudiosos del tema plantearon puntualmente la necesidad de establecer políticas para desestimular el uso del vehículo, incentivar prácticas de movilidad colectivas de calidad, ordenando el espacio urbano en torno al ciudadano y no al carro.

Quiero dar especial importancia a esto: el “caos vehicular” que sustenta la medida no ha sido una realidad en El Carmen de Viboral. Lo real ha sido la sensación de embotellamiento especialmente en la calle 29 entre carreras 33 y 29, y en la carrera 33 en horas pico, debido fundamentalmente a la indisciplina y el desorden, a la falta de controles efectivos (ej: un plan integral de control del tránsito), al mal parqueo, inexistencia de horarios para cargue y descargue, presencia de camiones de gran tamaño (que destruyen permanentemente aleros y andenes), por el abuso del vehículo (ciudadanos que “voltean” todo el día en su carro por el pueblo), mal estado de las vías, presencia de escombros y elementos de construcción en vía pública y naturalmente, debido a las obras recientes.

El Carmen estaba a punto de lograr, lo que muchos pueblos y ciudades han buscado desde hace décadas. El concepto de “Lugares para la Vida” expresado en el Foro Urbano Mundial, hizo énfasis en desarrollar espacios a escala humana o “para las personas”. Sería una oportunidad única para este pueblo, avanzar en un concepto de desarrollo que no tenga que pasar por el colapso que están sufriendo muchos lugares del mundo, y hasta los pueblos vecinos.

Faltaría decir que existe una alta correlación entre espacios peatonales de calidad y la seguridad, un ingrediente fundamental del turismo y de la calidad de vida que anhelamos. Podríamos ser mucho más ambiciosos y visionarios: tenemos un enorme potencial ganado por la fuerza de una tradición que dibuja el nombre de El Carmen de Viboral nacional e internacionalmente como un sitio fascinante. No tenemos pirámides, ni la catedral de Notre Dame, pero podemos tener un formidable espacio peatonal lleno una hermosa arboleda que enmarca la tradición de la cerámica, la luz, los colores y el paisaje, amables sitios para departir, para comprar, para el teatro, la música, las artesanías, la seducción y por qué no para profesar la fe.

En el espacio de nuestro parque sólo debe existir el aire, la belleza, el encuentro, la cultura y EL PEATÓN en ejercicio del ocio creativo y del tejido social. La calle con peatones que socializan, esa es calidad de vida. Ir en un vehículo, pasar de largo, eso es espacio nulo.

Mario Augusto Arroyave Posada

Pie de fotos:

Lo que se ha hecho al permitir el paso de vehículos por el parque es trasladar la problemática pero no solucionarla, con un agravante: se está exponiendo a la gente a un peligro inminente, se incrementa la contaminación y el ruido y se genera un deterioro de las obras, del espacio público y el mobiliario urbano.

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